Sin
lugar a dudas la sociedad en general ha venido atravesando una serie de
transformaciones que han demandado un cambio al interior de todas sus
estructuras y relaciones sociales; la educación también tiene que hacer parte de
este proceso de movilidad hacia nuevos paradigmas.
Todo
esto conlleva a que el mejoramiento de la calidad de la educación ofrecida a los y las
estudiantes, sea una preocupación permanente de todos los agentes
pertenecientes al sistema educativo, y por ello la evaluación de los aprendizajes de
los estudiantes empieza a tener una mayor relevancia para los directivos y
docentes, ya que a partir de dicha evaluación se espera contar con información que permita realizar diagnósticos institucionales y
conocer el estado actual de la educación, así como algunos de los
factores de calidad asociados a la institución educativa.
Ahora
bien, la evaluación educativa se puede dividir en dos
grandes tipos, la evaluación interna y la evaluación externa. La evaluación interna o de aula es la
que realizan los propios docentes o la comunidad educativa de cada escuela.
Esta evaluación reconoce muy bien el contexto social
y características de los estudiantes a los cuales
se les puede hacer un seguimiento en todo su proceso de aprendizaje.
Por
el contrario, la evaluación externa es realizada por un ente
externo a la institución que puede ser el gobierno nacional.
Sus mayores dificultades suelen radicar en el desconocimiento del contexto del
colegio y en la desconfianza que suscita en los docentes, normalmente por no
tener claro cuáles son las consecuencias de la evaluación o no se está de acuerdo con ellas. Las
ventajas más claras de la evaluación externa son su mayor
objetividad y la posibilidad de que los datos se interpreten a la luz de los
obtenidos del sistema en general.
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